Un mundo deflaccionario es posible y más justo.
Es posible imaginar un mundo en el que la oferta de dinero sea fija, en lugar de poder aumentar o disminuir de acuerdo a la demanda. En un mundo así, la oferta monetaria estaría determinada por el gobierno u otra autoridad central, y no sería posible que la oferta fluctúe según las fuerzas del mercado o los cambios en la economía.
Hay muchas ventajas potenciales en una oferta monetaria fija. Una de ellas es que puede ayudar a promover la estabilidad, ya que la oferta monetaria no estaría sujeta a las fluctuaciones que pueden ocurrir en un sistema con una oferta monetaria flexible. Esto puede facilitar que las personas planifiquen el futuro y tomen decisiones financieras con más precisión, ya que podrían tener una idea más predecible del valor del dinero a lo largo del tiempo.
Sin embargo, también existen algunas desventajas potenciales en una oferta monetaria fija. Una de ellas es que puede dificultar que la economía se ajuste a las condiciones cambiantes. Si la demanda de dinero aumenta debido al crecimiento económico u otros factores, es posible que una oferta monetaria fija no pueda satisfacer esta demanda, lo que podría provocar deflación (una disminución en el nivel general de precios). Por otro lado, si la demanda de dinero disminuye, podría provocar inflación (un aumento en el nivel general de precios).
En general, la decisión de utilizar una oferta monetaria fija o flexible es compleja y depende de una variedad de factores, incluyendo las necesidades y objetivos de la economía, las preferencias de los responsables de la formulación de políticas y las fortalezas y limitaciones de los diferentes sistemas monetarios.
En definitiva, la decisión depende de los ciudadanos. Nos dejamos robar por la inflación provocada por la impresión de dinero por parte de los bancos centrales o mantenemos nuestro poder adquisitivo en el futuro y, de paso, nuestra dignidad como personas.